En Progreso
LO GROTESCO EN EL BUTOH: Recobrando una humanidad perdida...
por Maria Camila Lizarazo
PRIMERA PARTE: Descubriendo el Butoh...
Breve mención a las danzas rurales y tradicionales japonesas
Según Frank Hoff
"...it is in the spirit of the performing arts in Japan-- and of the religious and cultural underpinnings of these-to make a place for new elements within an already existing structure without setting aside or disregarding the older order of things. This results in doubling or tripling on some occasions, and on this of quadrupling" (Hoff 1988:157).
Este espíritu del que nos habla Hoff, que se refleja ciertamente en las danzas tradicionales japonesas, hace que la grandísima diversidad de estas danzas sea muy difícil de clasificar. El establecimiento de una cultura tradicional japonesa no puede negar sus raíces extranjeras, y sus influencias se retomaron en las danzas del Japón muchas veces dando origen a formas novedosas y originales como es el caso moderno del butoh.
Del siglo VII al X China constituía el país más rico, poderoso y avanzado tecnológicamente del mundo, período conocido como dinastía Tang. Japón recibió todo tipo de influencias chinas incluyendo sus conceptos estéticos, mientras China, a su vez, tuvo grandes influencias Persas, Indias, entre otras más, gracias a las rutas de la seda. Así también, el papel de las danzas y la música chinas en la consolidación de la cultura japonesa, fue decisivo.
Según el valiosísimo intento de clasificación que realizó Yasuji Honda, la gran diversidad de danzas del área rural en la historia del Japón se pueden agrupar bajo tres grandes grupos:
El primero es el Kagura, que es la forma más antigua de danza en el Japón y que aún sobrevive bajo formas estilizadas. Era una danza ritual con elementos un poco obscenos, de donde descienden todas las danzas Shinto. Esta danza no se podría entender sin las bases religiosas relacionadas con el crecimiento del arroz. El Kagura se apartó posteriormente de su contexto ritual y su vitalidad se transfirió a otras formas teatrales. A través de este proceso ha contribuido en fuerte medida a muchas de las artes escénicas del Japón.
El Dengaku es la segunda de las categorías establecidas por Honda e involucra una oración por la abundancia de granos de arroz que nutren la vida. Representando casi siempre los ciclos de crecimiento del arroz y otras actividades del campo (del cual el tambor es simbólico).
La tercera categoría de danzas rurales, es el furyu, que involucra medios (cantos y danzas) para alejar o prevenir la pestilencia y resguardar los cultivos de arroz. El término furyu, desde tempranas épocas, tiene un largo y respetado rol en la historia de la estética y gusto japonés. La danza furyu comparte ese sentido en su decoración. El término, sin embargo, ha sido aplicado a muchas formas de danza, y comúnmente utilizado para las danzas en general. Según aclara Honda, allí la danza salvaje, música y vestidos coloridos son utilizados como medio de atraer y expulsar al espíritu de la pestilencia o el daño. Sombrillas o palos decorados son el sitio de habitación de ese espíritu. Vemos en este sentido de espectáculo algunas de las bases estéticas del Kabuki.
Como vemos, todas estas danzas mantienen una relación directa con la actividad del campo. Cada una de estas categorías se manifiesta en infinidad de formas, pero manteniendo su nexo con la agricultura, las actividades del campo en general y, en especial, el cultivo del arroz.
La relación tradicional entre el hombre japonés y la naturaleza se ha expresa a través de muchas de sus formas artísticas. El butoh también se muestra como un intento de recobrar ese lazo vital que se veía quebrantado con los nuevos medios de producción que la industrialización trajo consigo. De ahí que uno de sus impulsos originarios haya sido el retomar la vitalidad y libertad de las formas artísticas del pasado. Veamos más detalladamente cómo fue este proceso.