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Derechos Reservados  © Mauricio Martinez R..

LA DANZA CONTEMPORÁNEA EN JAPÓN EN LOS 80

Por Miyabi Ichikawa (publicado originalmente en 1990 por la Fundación Japón)



3. El Problema de la Tradición


Japón tiene un gran número de estilos de danza tradicional: danza Kabuki, Noh, Kagura, Bugaku, Jiuta-mai, Dengaku, entre otros. Estas no son tradiciones que se desarrollan, sino que pararon su evolución en un punto de la historia. Existiendo en una sociedad en particular, en una región específica, han logrado sobrevivir con dificultad. Valga decir que sin embargo cada estilo tiene su propia fascinación. A mi personalmente me gusta mucho Yamabushi Kagura y tengo recuerdos de cuando iba a las montañas del noreste de Japón cada año a ver un festival en el que se danzaba Kagura. Ya que este tipo de danza tradicional se presenta con frecuencia en Tokyo, hay muchas oportunidades de verlo.


El punto en el cual estas artes pararon su desarrollo fue posiblemente durante el período Meiji (1867-1912), cuando Japón, que hasta la década de 1850 había sido un país cerrado, se abrió a occidente permitiendo un fluido repentino de influencia cultural europea y norteamericana. Los samuráis y las otras clases que habían patrocinado al teatro Noh, pasaron a la historia y en su lugar apareció una clase llena de ideas europeas. Este grupo que se convirtió en la fuerza motriz en cultura y artes, estaba fascinado con el modernismo europeo y trabajó duro para introducirlo a Japón. Fue en este momento en el que las artes tradicionales comenzaron a morir. Las artes tradicionales eran aquellas que habían deambulado a través del continente euroasiático y venido a descansar a Japón: Bugaku y Dengaku por ejemplo, habían llegado desde China muchos siglos antes de la gran apertura de Japón. Sin embargo en Japón un arte no muere y otro surge en su lugar. Por el contrario, las artes japonesas se conservan y continúan existiendo sin relación con las otras. Es así que cuando la cultura europea apareció junto con una nueva clase que la patrocinaba, las viejas artes no desaparecieron sino que simplemente continuaron viviendo y creciendo cada vez con más debilidad.


En una entrevista durante un festival de teatro en Europa en 1980, el maestro de Butoh Kazuo Ohno respondió a un periodista que le preguntó sobre la relación entre las artes tradicionales y Butoh, diciendo que él nunca había visto Kabuki o Noh, lo que hace suponer que no existe relación entre lo tradicional y la danza Butoh. En forma similar el creador de Butoh, Tatsumi Hijikata, estaba interesado en las pinturas de Goya y Klimt, en las artes visuales contemporáneas y en la literatura de escritores tales como el Marqués de Sade y Jean Genet, pero posiblemente vio muy poco Kabuki y demás artes escénicas tradicionales de Japón, aun cuando dio a uno de sus trabajos el titulo de "Tohoku Kabuki".


Pero si las cosas fueron así, cuál fue el origen de Butoh? Considerando al cuerpo como karada -un término japonés que puede significar "cuerpo" y "vacío"- existe en Butoh un nihilismo hacia el cuerpo en el cual el danzarín considera su cuerpo solamente como un objeto transitorio. Un objeto prestado, en otras palabras. Por otra razón creo que hay presente a un nivel profundo en la conciencia del intérprete de Butoh una forma tradicional de pensar que no siente resistencia a la degradación de la dignidad de la imagen corporal. En la misma forma, un crítico de los sistemas prestados debe llegar a ser un crítico del cuerpo prestado en sí, y está conectado con la negación del ego. Butoh está por tanto desligada de las artes tradicionales, las que existen como formas. Si hay que establecer una relación sería más correcto conectar a Butoh a un nivel inconsciente con filosofías como Budismo, Confucianismo y Shintoísmo, las cuales hablan de la muerte y del cuerpo, y decir que Butoh es una actualización de esas realidades.


Lo mismo puede decirse de las otras formas de danza contemporánea en Japón. Aunque a primera vista parecen similares a la danza moderna importada de Europa y los Estados Unidos, no se puede ignorar el hecho de que una estética original está presente en la danza japonesa. Esta estética puede ser vista en la concentración y delicadeza que caracterizan a los productos de arte japoneses y en una conciencia del espacio entre las cosas, algo que se conoce como Ma en japonés. La idea de la danza moderna a nivel internacional sugiere técnica, trajes de malla y pies descalzos, pero es necesario entender que la estética japonesa está presente incluso a nivel superficial.


La concentración puede ser vista especialmente en las artes marciales japonesas como el kendo, pero también en hábitos alimenticios y lecciones escolares donde la educación es conducida con el fin de cultivar los poderes de la concentración. La práctica educativa más popular para el desarrollo de la concentración es posiblemente la meditación Zen. Tal vez los danzarines japoneses no estén particularmente conscientes de esto pero tal entrenamiento es algo que perdura.


La delicadeza es un producto de la estética del japonés, quien trata de impregnar de belleza cada esquina del ambiente en el que vive. La belleza encuentra sus formas más representativas en el arreglo floral y en la ceremonia del té. Beber el té no es simplemente beber, sino que envuelve un tipo particular de espacio, al igual que preparaciones, gestos de cortesía y cierto lenguaje los cuales son determinados minuto a minuto en cada detalle por el Sado (Camino del Té). Del mismo modo como se ve en bonsai, una estética de la delicadeza está en su punto cuando una planta es reducida en escala y un paisaje natural es transplantado a un mínimo espacio. La sensibilidad en la que se basa este tipo de estética es algo que ha penetrado muy al fondo del cuerpo del japonés y no podrá desaparecer fácilmente.


Ma es difícil de explicar pero es quizás como el intervalo entre un sonido y el próximo, o como el espacio vacío entre las rocas en el jardín del Templo Ryôan-ji en Kyoto. La nada en el Zen es muy cercana a Ma. Por esto es necesario que el tiempo sea discontinuo y que el espacio sea cortado en fragmentos tajantes. Un sentimiento de inmovilidad en el espacio y en el tiempo se hace necesario.