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Derechos Reservados  © Mauricio Martinez R..

EL ESTILO Y BELLEZA DEL BUNRAKU

por Toshio KAWATAKE ©



4. Títeres y Titiriteros


Las dos características del Bunraku que no tienen paralelo en ningún lugar del mundo son los títeres y las técnicas por las cuales son manipulados.


Un títere consiste de una cabeza, el cuerpo, los brazos y las piernas. Sin embargo, ya que en el pasado los kimonos de las mujeres eran tan largos que ocultaban las piernas, los títeres que representan mujeres son hechos sin piernas.


La cabeza, los brazos y las piernas son desmontables, y el palo sobre el cual la cabeza esta insertada se coloca a través del torso del títere. La precisa y delicada construcción de la cabeza es la que le da vida al títere de Bunraku, más que cualquier otra cosa. Los títeres más sofisticados son capaces de abrir y cerrar los ojos, girarlos, mover las pestañas y abrir y cerrar la boca a discreción del titiritero. Kiyohime, un títere femenino usado en la obra Hidakagawa Iriaizakura (El Río Hidaka) está tan llena de furia por haber sido rechazada por el atractivo monje del que está enamorada, que se transforma en una serpiente y en ese momento su traje de princesa se transforma en una piel escamosa, sus ojos se expanden hasta un tamaño sobrehumano, surge una lengua bifurcada de su boca y de su pelo desaliñado aparecen dos cuernos dorados (hechos de cartulina) -todo lo cuál se logra con un solo movimiento del titiritero. Esto es posible gracias al sofisticado mecanismo de los títeres, algo que sería imposible de hacer por un actor.


Este versátil cambio en expresión y apariencia se logra gracias a un sistema de cuerdas ubicadas en el torso y a mecanismos que están implantados en la cabeza. Cuando están asustados, los títeres lucen asustados, cuando están enojados, lucen enojados. Esto evidencia el fuerte énfasis en un tipo de realismo cotidiano, en contraste a la expresión inmóvil de una máscara de Noh. Para dar otro ejemplo, hay ocasiones en que se coloca un pequeño alfiler en la boca de un títere femenino, así cuando hay una escena en la cuál el personaje se siente mortificado o triste, con un movimiento especifico el titiritero cuelga la punta de la manga a este alfiler. Pareciera como si la manga estuviera siendo mordida por el títere, una forma muy realista de descripción del comportamiento tradicional de una mujer al momento de tratar de reprimir sus sentimientos.


Podemos ver en estos ejemplos cómo la gente común en el período Edo buscaba proyectar el realismo a través del teatro, y todo esto se logra tan solo con las técnicas de la mano izquierda del titiritero. Tal es la división de funciones en el teatro Bunraku.


Sin embargo, una sola persona no basta para manipular el títere con tal precisión. Debido a esto el Bunraku requiere del uso de tres hombres trabajando al unísono para manipular un títere - algo que no se encuentra en ningún otro tipo de títeres tradicionales.


El pilar principal entre los tres es el titiritero en jefe (omozukai). Él inserta su mano izquierda a través de la parte trasera de la ropa del títere con el fin de tomar el cuerpo desde dentro y así sostener tanto la cabeza como el resto del cuerpo, al tiempo que controla la postura del títere y la dirección o inclinación de la cabeza al igual que las expresiones faciales de este. La mano izquierda del titiritero es la responsable de imprimirle vida al títere. La mano derecha de este controla el brazo y mano derecha del títere.


El segundo titiritero esta a cargo del brazo y mano izquierda, y el tercer titiritero mueve las piernas. Aunque los títeres femeninos no tienen piernas es necesario que parezca como si hubieran piernas bajo el kimono, así que incluso en estos casos no se elimina al tercer titiritero.


Por supuesto que no todos los títeres que aparecen en escena son manipulados por tres titiriteros. Títeres como los de damas de compañía, guardias, tenderos, o transeúntes tienen rostros sencillos, expresiones inmóviles y son más pequeños. Si estos personajes menores sobreactuaran, robarían la atención sobre los personajes principales, así que sus movimientos son tan sencillos como las misma construcción del títere y una persona basta para manipularlos. A los títeres se les conoce como tsume ningyô o simplemente tsume.


Todos los títeres usados para representar personajes principales son manipulados por tres personas. En el caso de títeres que representan cortesanas, estos ostentan peines y ornamentos que no difieren de los reales, excepto en tamaño, y llevan muchas capas de trajes extravagantes que podrían llegar a pesar hasta 20 kilos. El solo hecho de tener que cargar todo este peso durante largo tiempo solamente usando la mano derecha, es razón suficiente para que el titiritero principal deba seguir un duro entrenamiento. Sin embargo, no importa que tan diestro sea el titiritero principal, si las otras dos personas no tiene la suficiente experiencia, es casi seguro que fracasen. El punto vital en Bunraku es que las tres personas tienen que respirar al unísono. El titiritero responsable de mover el brazo izquierdo y el responsable de mover las piernas no solo deben saber con detalles tanto la narrativa como el carácter del personaje que representan sino también la técnica empleada por el titiritero principal. Por eso se ha dicho desde siempre que el entrenamiento debe ser de al menos diez años para manipular las piernas y diez años para manipular el brazo izquierdo. Antes de llegar a ser titiritero en jefe, se requiere de veinte años de entrenamiento. Hoy en día, con cada cosa cambiando a un ritmo acelerado, la gente en aprender el arte dejan de estarlo cuando ven que tienen que pasar por un entrenamiento tan prolongado y riguroso.


Algo que también es importante de mencionar con relación a los titiriteros es el hecho de que a diferencia de los encontrados en otras formas de títeres en Japón o en el extranjero, estos se mueven a la vista del público, y no están ocultos ni tras el escenario ni tras una cortina. En esto recae un punto importante relacionado con la belleza en el Bunraku.


En la época de Chikamatsu Monzaemon, cuando el Bunraku estaba en sus inicios, solamente una persona manipulaba un títere sosteniéndolo a cierta altura mientras que se movilizaba oculto tras la división que había en la parte frontal del escenario y así era solo el títere el que estaba a la vista del público.


Cuando solo los títeres están a la vista es apropiado llamar a esto teatro de títeres. Sin embargo, en 1734 fue perfeccionado el sistema de tres manipuladores y desde entonces se hizo necesario que el tamaño de los títeres se agrandara. Es así como su tamaño fue estandarizado a una medida que corresponde a cerca de la mitad de la escala humana. También se decidió que la parte superior del títere fuera el sostén y la parte baja permaneciera flotando.


Por tanto y para decirlo de forma más clara, incluso hoy todos los titiriteros deben vestir completamente de negro y llevar sobre sus cabezas una especie de gorro con malla. Tanto en el Bunraku como en el Kabuki el negro representa "nulidad" o "ausencia" y se escogió este color por ser es menos llamativo a la vista que cualquier de los demás colores. Sin embargo, con el fin de mostrar respeto hacia el titiritero principal, y también debido a que se considera apropiado que los espectadores puedan ver el rostro de los más grandes maestros de este arte, el titiritero jefe no cubre su cabeza y en ocasiones también incluso aparece vestido con un kamishimo tradicional. Pero ya que en el pasado era costumbre que los titiriteros vistieran enteramente de negro, hoy día cuando un titiritero principal va a aparecer sin su traje negro, se hace el siguiente anuncio antes de que la cortina se abra, precedido por el anuncio del título de la obra y los nombres de los narradores e intérpretes de shamisén: "Damas y Caballeros! Hoy el titiritero principal aparecerá con el rostro descubierto".


Aunque hoy en día es la excepción, para ciertas escenas este titiritero debe vestir completamente de negro. En el cuarto acto de Chushingura, luego de que su amo ha cometido suicidio, el leal Obishi Yuranosuke quien aparece parado frente a la puerta del castillo y quien está en contra del shôgunato (gobierno del shôgun), jura vengarse y luego en silencio deja el escenario. Esta escena conmovedora, que se desarrolla en la oscuridad de la noche, se rompería completamente si la cara del titiritero estuviera visible o si vistiera algo que no fuera negro.


En Japón el público, que esta acostumbrado a esta convención no nota al titiritero, aceptando mentalmente la noción de negro como algo que se debe ignorar, y así puede apreciar el Bunraku sin ningún impedimento. Pero entre los japoneses y no japoneses que ven Bunraku por primera vez, hay muchos que ven en forma extraña esta práctica. Sin duda es una reacción natural.


Es cierto que el titiritero en jefe, aunque deje ver su rostro, permanece inexpresivo. La vista puede ser impresionante e incluso poco placentera para algunos extranjeros que están acostumbrados a un tipo de actuación occidental más dinámica. Pero lo que se expone aquí es el desarrollo técnico de los titiriteros. Si el titiritero principal mostrara siquiera un poco la emoción que transmite al títere, llamaría la atención del público y esto destruiría el principio fundamental de que son los títeres los que hacen la obra. Por supuesto el titiritero principal al unísono con el personaje que interpreta, debe sentir alegría, o tristeza, o furia a medida que manipula su títere. Uno de los grandes titiriteros solía decir, "ya que el público me puede ver, estoy obligado a no expresar mis sentimientos, por ejemplo a través del llanto. Es difícil ocultar mis sentimientos." Es lo mismo para un actor común; si la esencia del personaje no cobra vida en el corazón del actor, no es posible hacer una actuación que impresione. Pero el titiritero es antes que nada, un titiritero. Las emociones que brotan de su corazón deben ser completamente expresadas a través de tan solo las expresiones del títere. Estas deben ser transmitidas en su totalidad a este.


Entre más fiel sea esta transferencia de emociones al títere, menos debe ser la expresión reflejada por el titiritero. No solo es molesto ver al titiritero que gira su cabeza al tiempo con el títere o que frunce sus cejas al igual que el títere; esta es sin duda una seña de que el títere no ha cobrado vida en su totalidad. Si el público ve las obras teniendo esto en mente, se podrá entender inmediatamente el por qué de la falta de expresión. Así, en forma mágica, luego de que uno se ha sumergido en la atmósfera de la obra de Bunraku, los titiriteros desaparecen en el fondo.


Los titiriteros se niegan a si mismos al dejar las expresiones humanas completamente a los narradores, cuyas palabras y actitudes reflejan emociones, y también a los títeres. Este es un requisito fundamental en cuanto a la belleza del Bunraku. Un titiritero destacado parece desparecer ante nuestros ojos cuando está en escena, y nos sentimos atrapados simplemente por la representación realista casi humano del títere.

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