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Derechos Reservados  © Mauricio Martinez R..

BUNRAKU


CHIKAMATSU: 5 Obras Tardías

Por Andrew Gerstle


“Gemelos en el Río Sumida”

Acto 4

-Escena 4

El mismo lugar, en la tumba de Umewaka

NARRADOR: (cantado) Hanjo sube corriendo por la orilla y abraza el montículo.

HANJO: (tono más alto) Queridísimo Umewaka, es tu madre. ¿Cómo pudiste dejarme sola para que sufriera desesperada por ti? ¿Me odiabas? Qué terrible, pero qué alivio encontrarte de nuevo. ¿Es todo un horrible sueño?

NARRADOR: Se arroja al pie del sauce, derrumbándose en un torrente de lágrimas sobre el montículo, (cadencia ligera) sus gritos alcanzan el cielo.

KARAITO: (cantado, tono más alto) Entonces usted es su madre, la Dama Hanjo. El comerciante de esclavos era Awaji no Shichirō Toshikanu. Yo soy su esposa, KARAITO. Para pagar por su crimen, después de contarle sobre la muerte del amo Umewaka, (tono más alto) aunque fuimos enemigos en la última vida, déjeme servirle como mi Señora en esta vida.

NARRADOR: La Dama Hanjo sólo responde con más lágrimas, (cadencia) que fluyen como la lluvia llenando el río Sumida.

KARAITO: (cantado) Su dolor es natural, (hablado) pero las lágrimas de un padre pueden provocar fuegos de apego y destruir los méritos del hijo. Hoy es auspicioso, el aniversario de su muerte. Rece una oración por el alma del joven amo. (cantado) Yo también rezaré por la salvación del alma pecadora de mi marido. Dicen que la luz de Buda llega a todos los rincones del universo y que Amida nunca desecha a nadie que le rece. Las oraciones a Amida serán el bastón que nos sostenga y los pilares del puente que les conducirá a la salvación en la otra vida.

NARRADOR: Le entrega las campanas a Hanjo, pero ella no coge ni la campana ni el martillo y se limita a mirar sin comprender el sauce del montículo conmemorativo.

HANJO: Hasta ahora, era la esperanza de verle lo que daba fuerzas a mi corazón para buscarle lejos al este de la capital, en Azuma. Ahora todo lo que tengo son sus restos, (cadencia emotiva) marcados por un sauce en un montículo. (cantado) ¡Qué cruel! Atraído por el espectro de la muerte, abandonó su lugar de nacimiento y se marchó lejos (tono más agudo) hacia el este, y ahora es sólo polvo en el camino. ¡Debe ser sólo (tono agudo) tierra para que los viajeros la pateen! El pobre Umewaka (cadencia) no llegará a la otra vida. (cantado) Qué destino tan lamentable. (tono más agudo) ¡Qué cruel recuerdo!

NARRADOR: Golpea la tierra, retorciéndose de desesperación, alzando la voz en gritos de dolor.

KARAITO: Todo esto es por el crimen de mi marido. Por favor, perdónenos.

NARRADOR: Torturada por la verdad, (cadencia) ella tambien cae al suelo y llora en voz alta, un espectáculo para compadecerse.

HANJO: (cantado) Por la salvación de mi hijo.

NARRADOR: Coge el martillo y golpea la campana mientras recita.

HANJO: Que Amida que llena todo el universo conduzca a Umewaka al Paraíso Occidental. (las dos) Namu Amida Butsu. Namu Amida Butsu, Todas las alabanzas a Amida. (tono grave) Namu Amida Butsu. (hablado) Justo ahora, Karaito, ¿no escuchaste la voz de un niño cantando débilmente? ¡Seguramente era Umewaka! ¿No lo has oído venir del montículo?

KARAITO: Es tal y como usted ha dicho, he oído una voz desde el interior del montículo. Dejaré de cantar. Vuelva a cantar usted sola.

NARRADOR: (cantado) El viento y las olas del Sumida se calman.

UMEWAKA: Namu Amida Butsu, Namu Amida Butsu, Namu Amida Butsu.

HANJO: Qué alegría volver a oír su voz, mi pajarito de la capital. Déjame oírla una vez más.

UMEWAKA: (tono agudo) Namu Amida Butsu, Namu Amida Butsu, Namu Amida Butsu.

NARRADOR: Una figura emerge de la sombra del sauce, la sombra de un chico.

HANJO: (tono más agudo) Umewaka, ¿es ese mi niño?

NARRADOR: Ella se apresura a sostenerlo, pero la sombra se desvanece. Ella se detiene y la sombra se estabiliza, luego se desvanece de nuevo. Lo vuelven a ver, pero desaparece como la espuma en el río Sumida. (cadencia) Sólo el suave sonido del viento primaveral permanece en las ramas de los sauces. (cantado) ¡Qué lamentable! La Dama Hanjo parece haber exhalado su último suspiro, al borde de la muerte.

HANJO: Si no puedo volver a verle con vida, (tono más agudo) entonces me afligiré hasta que le vea en la otra vida. Y entonces no me afligiré más.

NARRADOR: Ella va a la parte superior de la orilla del río lista para lanzar su vida lejos. Justo entonces, aparece una nube y una voz grita: «¡Espera, espera un momento!», (cadencia de la escena) lo que la atraviesa como una flecha.

(cantado) Un duende tengu aparece en la nube. Su brazo derecho sujeta a Matsuwaka a quien conduce desde las nubes.

TENGU: No me conoce. Soy Awaji no Shichirō Toshikanu, que entró en el reino de la magia negra como mi último deseo para devolver la amabilidad de mi Señor. Tomé la forma de un monje yamabushi y consolé a la Dama Hanjo en su viaje. (hablado) Para aliviar su dolor y liberarla de la pena por Umewaka, hice aparecer a Matsuwaka como el espíritu de Umewaka. Como hermano gemelo, era el mismo ante sus ojos.
(cantado) Alégrese de que Matsuwaka esté a salvo; deje que la consuele en su dolor por el otro. Devuelvo a Matsuwaka, que fue robado por el gran tengu del monte Hira.

NARRADOR: Hanjo se pregunta si es un sueño mientras corre (tono más agudo) a abrazarle.

HANJO: ¿Es realmente Matsuwaka?

MATSUWAKA: ¿Es mamá?
NARRADOR: Es como si hubiera regresado de entre los muertos. Tantas posibilidades de encontrarse como una tortuga ciega encontrando un tronco flotante o viendo florecer el udumbara indio -(cadencia) qué profundos sus lazos.

(cantado) Justo en ese momento el tengu desaparece en un rugido de fuego y humo sobre el campo.

TENGU: Siga mi camino. Este le conducirá al éxito del amo Matsuwaka.

NARRADOR: Todos miran en la dirección de la voz del cielo. Dependiendo de ella para guiarse, lo siguen, partiendo de nuevo hacia la capital. Verdaderamente es como dicen: en esencia, el demonio y Buda son lo mismo. El corazón del demonio es puro y claro como un guerrero de espíritu inquebrantable, cuya lealtad y deber siguen siendo servir en este mundo. El joven Umewaka, rocío en una hoja, se ha ido antes que su padre. Solas en los mares, Hanjo y Karaito, muertos sus maridos, se pierden en pensamientos que vagan sin hogar a la vista. Confían en sus plegarias a Amida, (tono agudo) «Namu Amida, Namu Amida Butsu». Ahora sólo son voces de tiempos pasados, que aún hoy se oyen a través del pincel del escritor, cuyas palabras hacen llorar a todos los que escuchan la historia del río Sumida.

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