En Progreso
LOS DIOSES VIENEN A DANZAR: UN ESTUDIO DE LA DANZA RITUAL JAPONESA HAYACHINE KAGURA
Por Irit Averbuch
1995
HAYACHINE KAGURA EN CONTEXTO
Objetivos y funciones de Hayachine Kagura
Razones económicas
Tradicionalmente, el Kagura servía a los habitantes de Dake para ganarse la vida. El pueblo de Dake está situado tan alto en el monte Hayachine que allí no puede crecer el arroz, por lo que los productos agrícolas se limitan a soba, algo de cebada gruesa y, recientemente, tabaco. Así pues, fue la necesidad económica la que hizo que Dake Kagura se volviera artísticamente dinámico, para que fuera popular en las aldeas donde se podía encontrar arroz.
Danzar con destreza era crucial para su éxito, ya que además del pago fijo que esperaban, los intérpretes de Kagura podían ganar «propinas de agradecimiento» (o-hana) del público satisfecho. La costumbre de dar propina a un artista por una actuación diestra es una antigua costumbre en Japón. Un espectador especialmente emocionado recompensaba a un danzarín de talento, o a todo el grupo, con dinero o regalos. La historia demuestra que el talento artístico y una actuación emocionante eran fundamentales para la supervivencia del Kagura. Así, aunque Dake tuvo muchos discípulos, siempre han mantenido su superioridad artística al no revelar nunca todos sus secretos, dejando siempre algo fuera, un estilo de enseñanza que aún continúa en la actualidad.
Hoy en día, con una situación económica cambiada, el intérprete de Kagura gana mucho menos dinero por sus actuaciones que antes, y no se puede comparar con los salarios de las profesiones del espectáculo modernas. Cuando los 100.000 yenes que recibe Dake por una actuación se dividen entre sus miembros, cada uno recibe una suma modesta. Y, dado que Ishihato'oka sólo recibe una cantidad fija de 30.000 yenes por actuación, o 3.000 yenes por miembro -sin incluir el dinero de agradecimiento de 1.000-3.000 yenes por artista-, se puede decir con seguridad que «ya no hay dinero en Ishihato'oka Kagura». Cuando uno considera el tiempo y el esfuerzo que conlleva una actuación de dos a cuatro horas -sin incluir el tiempo de viaje y preparación o los meses y años de práctica- no puede sino maravillarse de la notable dedicación de los danzarines a su Kagura.
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